Se dice que un equilibrio es inestable, cuando ante cualquier evento que lo perturbe, la tendencia es a profundizarse y a alejarse cada vez más del centro. Y, por el contrario, es estable, cuando ante el mismo estímulo, tiende a retornar al equilibrio. Por ejemplo, en las crisis económicas de EEUU, uno podía anticipar, que pese a que el equilibrio se había alterado, estaban dadas todas las condiciones y contrapesos institucionales y de mercado, como para que se restaurara. Y de hecho, se restauró en cada caso.
En Latinoamérica, aun hay que probar si los éxitos de Chile, Paraguay, Perú y Uruguay, representan equilibrios estables, y si ante cualquier perturbación más o menos importante, serán capaces de superarlos y regresar a su situación de bienestar actual, creciente. Y digo creciente pues aun tienen bolsones inmensos de pobreza y desigualdad, que podrían constituirse en inhibientes al momento de tener que recuperarse de una crisis.
Los países con pobreza alta, y mono exportadores, son más propensos a no poder superar las crisis, aunque hasta ese momento lo hayan hecho razonablemente bien. En nuestros países, el éxito pasado no cuenta…aunque habría que decir que las malas gestiones, también se olvidan. En pocas palabras, para nuestros pueblos, el largo plazo no existe, sino que es una sumatoria de cortos plazos, que nunca llegan a constituirse en un largo plazo, y cuando llega, porque el futuro siempre llega, nunca estamos preparados. No le damos tiempo a ningún gobierno a que realmente haga los cambios de fondo que hay que hacer para eliminar la pobreza, y diversificar la oferta exportable, y por consiguiente la fuente de sus ingresos. Claro que para no ser injustos, hay que reconocer que si hay una evolución; lentamente, a veces por imitación y muchas veces por nuestra propia comprensión, de qué es lo que significa mejorar. Vamos madurando, como personas y como sociedad. Y es de esperar que las cosas que elegimos en el pasado y que salieron mal, no volvamos a elegirlas: que aprendamos de nuestros errores.
Con el criterio anterior, en Latinoamérica tenemos tres grupos de países: los mencionados que lo están haciendo bien, los que siguen luchando por transformarse, como Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador, y el que lo viene haciendo muy mal, que es Venezuela. Económicamente hablando, la región nos ha demostrado que los modelos asistencialistas destruyen los patrimonios nacionales, y crean una falsa sensación de bienestar, que saben que es insostenible, pero insisten hasta agotarlos. En Venezuela ya hemos perdido hasta la sensación. Ya el patrimonio no está, y, al paso que vamos, se hace difícil recuperarlo. Democráticamente hablando, ya estamos de tiempo vencido y debería venir otro gobierno que tenga la posibilidad de hacer algo distinto. Ya el chavismo tuvo su chance y no funcionó. Y ya no hay manera de que funcione. Hay que seguir el cambio de vientos de la región, y arrancar una nueva etapa.
Hay sociedades que lo entienden y los reemplazan, y hay otras que tienen miedo de hacerlo. Y los nuevos gobiernos, los que tienen que restaurar los patrimonios perdidos, deben enfrentarse al recuerdo que tiene la gente de servicios prácticamente gratis, y subsidios y prebendas sin trabajar, pese a que, así no lo sepan, es algo que no puede durar. Claro, que con los niveles de pobreza que tienen nuestros países, será muy difícil explicarles, que las cosas tienen su precio, y que la transformación es dolorosa.
A las vulnerabilidades mencionadas (pobreza alta y mono exportación) hay que sumarle la falta de independencia de la justicia como catalizador de la solidez de los logros alcanzados. Hoy, Brasil con el lavajato, argentina con los cuadernos, y Perú con Odebrecht, nos están mostrando un camino hacia los equilibrios estables y sostenibles. Como una digresión, cabe mencionar que Argentina pudo haber iniciado este camino 35 años antes con las leyes de punto final, pero en vez de ser justicia se convirtió en una persecución y encarcelamiento de militares, sin incluir a sus contrapartes, que fueron los terroristas del ERP y Montoneros. Aun está pendiente esa parte, y hasta que no haya castigo, no tendremos estabilidad.
Otro de los temas de equilibrios estables versus inestables, es el de la paz versus la violencia. Somos un territorio sin violencia estructural, lo cual nos diferencia de otras partes del mundo que viven en guerra desde hace miles de años: la violencia es natural para ellos, sus religiones la alimentan y sus usos y costumbres ya la metabolizaron. Para nosotros es impensable que haya una guerra que dure años y años. Por eso, cualquier violencia que tengamos (o que hayamos tenido; como en efecto las tuvimos) son alteraciones al equilibrio, que tienden a retornar al mismo: la violencia es una excepción de la que nos apartamos rápidamente, y tendemos a regresar a la paz. Podría ver una guerra civil, o una lucha entre hermanos; pero no podría creer que sería algo duradero. Temas como las FARC o Vietnam, no son parte de nuestra esencia. ELN y paramilitares, son dinosaurios históricos en vías de extinción.
Tal vez nosotros en Venezuela somos el último reducto de algo que ya no debería volver a ocurrir en nuestra región. Visitar Buenos Aires, Sao Paulo o Ciudad de México, nos hace ver la involución brutal, y nos marca la brecha que deberemos remontar. En lo económico sin duda, pero en lo educativo, la salud y los servicios, además de la ética y la moral, así como reconocer lo que es bueno y lo que es malo. Lo que es vivir tranquilos y seguros, y poder mirar al futuro, sabiendo que todo estará mejor. Somos el último reducto, y nadie diferente a nosotros mismos nos hará crecer. Nos merecemos ser nosotros mismo los que salgamos de esta tragedia donde voluntariamente, nos metimos, veinte años atrás.
Así haya durado 20 años (¿20 años no es nada?), lo que nos viene pasando es una alteración a un equilibrio que nos daba mayor bienestar todos los días y podíamos vivir el presente en paz y mirar el futuro con confianza y esperanza. Y nuestra tendencia natural será restaurar ese equilibrio, porque para nuestra esencia, vivir bien, se trata de un equilibrio estable.
Social
Nuestra sociedad se está enfermando. El conjunto de los estímulos que recibe es negativo. No está acostumbrada a sufrir tanto, y menos cuando entiende que sería relativamente sencillo comenzar algo diferente. Tanto es así, que cuando emigra, es porque no puede hacerlo aquí, porque todo conspira para que no lo logre.
Estamos como en modo sufrimiento silencioso. Y deberíamos cambiar a modo protesta activa. La protesta, en nuestro caso ya no es un acto político, sino una manifestación social, tratando de recuperar las condiciones mínimas de bienestar y derechos humanos.
Lo de la enfermedad, no es un eufemismo, sino la somatización de los problemas y la consiguiente baja en las defensas del organismo. La calidad del agua (hasta la envasada), la ruptura en la cadena de frio que pone en riesgo a cualquier alimento fresco, las enfermedades que están reapareciendo, mas el esfuerzo físico de caminar por la falta de transporte, mas la baja en las proteínas para enfrentar ese esfuerzo adicional, mas el estrés, consciente o inconsciente, al que estamos sometidos, van creando un ambiente de presión interna, que la única manera de canalizarlo, y descomprimir, debería ser protestando. Y si las protestas se reprimen, entonces, la válvula podría ser la violencia.
El mayor temor que debería tener el gobierno es a la explosión social, pues debería estar consciente de que el mismo modelo que lo mantiene en el poder, es el que va creando las condiciones de vida que llevarán a la explosión.
Política
Debe estar claro que las presiones internacionales, no tienen el propósito de sustituir al movimiento opositor, sino de apoyarlo. El tema es el control territorial, y eso es aquí, adentro, entre nosotros. Hay dos tipos de sociedad que se enfrentan: la actual en la que vivimos mal y no hay futuro, y la que nos gustaría, que no sabemos bien a qué se parece, pero que seguro, será mejor que esta.
Y ya no se trata de líderes mesiánicos que nos muestran el camino y que después, al final no se hacen responsables por los resultados. Se trata de la gente, que como un cardumen, comprenda que si seguimos así, vamos al despeñadero como nación y como sociedad. No podemos compararnos con las primaveras árabes, ni con los chalecos amarillos; ni somos árabes, ni somos franceses. Pero sin duda debemos protestar, a nuestra manera, porque no hay derecho a que vivamos en estas condiciones (pregúntenle a cualquier maracucho) y que no pidamos un cambio. Si, un cambio. Y pronto, porque esto no se aguanta más.
Las marchas son lo que aprendimos a hacer para protestar; de lado y lado. Cada vez que la oposición convocó a una marcha, el chavismo convocó a la suya. Ya no importa de qué tamaño son, ni quien la tiene más grande. Lo que importa ahora, es que tenga un propósito, una consistencia y una duración. Que haga que si arrancó pequeña, pero la gente sigue en la calle, seguramente se irán sumando más personas, y hasta es posible que también parte del chavismo lo haga. Ellos viven tan mal (y a veces peor) como los opositores. Al cambio lo necesitamos todos.
La marcha del 1ro de mayo debería ser un nuevo hito en este año de cambios acelerados. Debería darle un mensaje al gobierno de que ya no se trata de una ideología o de otra, sino de intentar hacer algo diferente, para que haya algún resultado diferente. Llevamos 20 años haciendo más de lo mismo, lo cual (ya no le cabe duda a nadie) ha resultado siempre, en más de lo mismo…lo cual no solo no es bueno, sino que es muy, pero muy, malo.
No creo que el chavismo deje el gobierno, como resultado de esta marcha, pero si se desarrolla con el propósito de que haya cambios, y la gente se compromete con eso, entonces, no les quepa duda de que habrá cambios. Pero si no se compromete, seguramente, no los habrá. Hoy la política, está en manos de la gente…los partidos están desaparecidos y la gente sigue por su cuenta. Claro que ahora tienen a Guaidó y eso es un avance con respecto a diciembre de 2018, cuando no había nadie.
Económico
El futuro desapareció para el gobierno, y se ha convertido en presentes sucesivos sin más sentido de dirección que maniobrar para el sostenimiento del poder. Es posible que haya una nueva ola de intervenciones y toma de activos empresariales y personales para poder mantener la transferencia de bienes y servicios hacia ciertos sectores de la sociedad que pudieran representar un riesgo de seguridad. Ya lo estamos viendo con la toma de plantas eléctricas y de inventarios y cupos de producción en temas considerados como críticos. La escasez de claps es una señal preocupante para el sector industrial, pues, al limitarse su importación por las sanciones, buscarán un abastecimiento local.
El haber nombrado a un general activo para ministro de alimentación podría significar, que se está considerando al país como en una economía de preguerra, donde toda la producción, recursos y logística, se subordinan a un ejército en operaciones. Los movimientos que se aprecian, van en esa dirección, pues la prioridad pasaría a ser la alimentación y aprovisionamiento para el personal militar y de milicias, y hasta se podría pensar en un alistamiento obligatorio. Ya veremos si se trata de un nuevo gabinete, o de un estado mayor; y si los “cambios de método” que anunció, y aun no ha efectivizado, van en esa dirección.
De todos modos, con la caída acelerada del PIB, por apagones y días no laborables, será poco lo que conseguirán.
Aun creo que hay que poner el foco en las empresas abiertas y no en las cerradas, y reconocer el esfuerzo heroico de nuestros empresarios y gerentes, operando exitosamente en una economía en contracción y crisis. Por cierto, las empresas cerradas deberían ser parte de una cartera de oportunidades para nuevos inversionistas, pues, dependiendo del escenario que se adopte, y de la probabilidad de ocurrencia que se le dé, es un buen momento para invertir en el país, con miras al futuro. Por cierto, que a la cartera de empresas (que son muchas, miles…) en manos del estado, hay que tomarlas con cuidado por la “toxicidad” que pudieran significar de cara a las sanciones. En cualquier caso, al hacer el due dilligence habrá que resaltar ese tema en el análisis de riesgo.
Nuestra sociedad se está informalizando. La escasez de efectivo nos ha llevado a buscar diferentes métodos para transar, desde el pago de un estacionamiento, hasta dar una propina o limosna. La salida de las franquicias de Visa y Master, está obligando al desarrollo de un sistema propio, apoyado en las plataformas existentes. En esta línea de razonamiento, habrá que ver como impactan las sanciones al BCV, sobre las asignaciones Dicom que no sean en efectivo.
Siempre pensando en que las cosas cambiarán y la economía mejorará, habrá que redimensionar el organigrama de las empresas, no porque la situación sea menos compleja, sino porque los focos hay que ponerlos en lugares nuevos. Si hace unos años uno pensaba que las experiencias peruanas y argentinas podía ser una referencia para desenvolvernos en inflación, hoy la vista hay que colocarla en Siria y en Irán, y cómo sus empresarios se han ido adaptando. Logística es el nuevo nombre del juego.
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