Cada vez le será más difícil al chavismo, gobernar en minoría, no tanto por el hecho de su baja en el respaldo popular en sí misma, sino porque la imposibilidad de detener o controlar la crisis sistémica en la que está sumido el país, le quita argumentos y le debilita el centro de gravedad, constituido por la comunicación, la re significación y lo que llaman sus “símbolos y banderas”, que cada vez menos, coinciden con la realidad que vive cada chavista.
Cuando Nicolás Maduro anticipó esta semana que se radicalizaría, no fue una sorpresa, pues es la opción natural para sostener la gobernabilidad en las condiciones mencionadas. Claro que radicalización hoy, tiene menos aristas de eficacia, que la que pudo tener hasta el año pasado. Y esto es así, pues las fuerzas de control social, basadas en grupos populares armados y organizados, sufren las mismas calamidades que cualquier otro venezolano. Aquí cabe la reflexión de que la necesidad de regresar a pañales de tela o al parto en la casa con comadrona, le pega a su base, más duro que al resto, porque estaban convencidos de que la revolución les aseguraría pañales desechables y parto decente en los hospitales públicos; y ninguna de las dos es razonablemente posible hoy.
Las mesas de diálogo o negociación, afuera o adentro del país, son una necesidad para el gobierno, no porque de allí vayan a obtener algo de la oposición (que tiene cosas para pedir, pero nada para ofrecer), sino porque podría abrirle oportunidades de mejoras de perfil humanitario, que bajen la presión social, y refrescar el discurso concentrando las responsabilidades en las sanciones y en la oposición. La realidad es que hoy las mesas no son un espacio relevante, porque los dos dolientes principales, Colombia y EEUU, las rechazan, así el resto de los actores, UE y G Lima, las impulsen. Estos últimos, países hermanos, geográficamente cercanos y depositarios del bono demográfico emigrante, deberían tener una actitud menos radical, y hacer coexistir la posición oficial que hoy mantienen, con otra paralela, informal y hasta secreta, que vaya preparando las condiciones de convivencia con el chavismo, ya sea que este permanezca como gobierno, ya sea que pase a la oposición; digo esto porque en elecciones libres, hoy puede parecer fácil predecir el resultado, pero hasta que no ocurre, no se sabe; especialmente por el contenido emocional que tiene el voto. Aunque hoy no parece posible, en lo profundo del chavismo, están convencidos de que aun pueden hacer cosas para recuperar la mayoría popular y ganar la presidencia en 2025.
La verdadera utilidad de los espacios de negociación, está en la construcción de puentes, para que en su momento, luego de nuestro colapso interno, haya un lugar desde donde arranque la reconstrucción. La presencia de Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda, en los diálogos, es auspiciosa pues representa lo que hemos dado en llamar el neo chavismo, como sucesión natural del actual, luego de que se convenzan de que ninguno le ganará al otro y de que hay que convivir. En ese mismo orden de ideas, del lado de la oposición debería haber un equivalente en las mesas, tipo Leydi Gómez, gobernadora del Táchira, con la capacidad de contrapesar políticamente, cuando llegue el momento. Cuando venga el choque, que parece que viene, ya la mesa debería estar allí para recoger los pedazos y tratar de rearmar el “jarrón roto” en que se está convirtiendo el país (nuestro propio Kintsugi). El futuro estará en manos de esa mesa; no ahora, no pronto, pero llegará.
Por el momento, seguimos en el esquema de “juego trancado”, hasta que algo rompa ese equilibrio inestable que se mantiene desde hace tiempo, pero que las condiciones de entorno lo hacen más difícil de ser sostenido. De allí que la expectativa de que se rompa, se hace cada vez más real y posible, con violencia visible en poco tiempo. El hecho de que se hayan dado a conocer los casos de tortura (del tipo de colgados de los pies), principalmente a gente propia como los militares, podría inducir al miedo a rebelarse, pero también podría conducir a una rebelión por la imposibilidad de aceptar ese tipo de realidad. Es una apuesta defensiva fuerte que está haciendo el gobierno, pues, según declaraciones propias, son más los chavistas que los opositores, los que están siendo sometidos. Y esas son señales de debilidad interna.
Las dos opciones que vemos como posibilidades de que los militares le hagan un planteamiento al presidente, serian, a) un levantamiento popular, tipo caracazo, pero que se negaran a reprimir al pueblo, o b) una intervención militar extranjera inminente, que lleve a que el sentido de preservación del país, haga necesario el cambio. Pero hay que estar claros, que en ninguno de los dos casos, permitirían que el gobierno pasara a la oposición.
Social
Tal como les vengo diciendo desde hace mucho tiempo, la polarización en Venezuela, es un lujo que solo pueden financiar las élites de ambos lados. La base popular, la gente en general, tiene tantos problemas en común que no puede preocuparse por temas distintos de alimentos, agua, combustible, electricidad, salud, inseguridad, y educación. La vida diaria de los que quedan en el país no pasa por la política, y más de la mitad, quiere irse; y a los que se fueron, la palabra “emigraron” les queda corta, porque en realidad “huyeron”. Y las noticias que llegan es que van enriqueciendo a las sociedades a las que se van incorporando, las cuales, salvo excepciones manipuladas políticamente, los aceptan y los hacen parte. Cuando esta pesadilla termine, nos encontraremos con muchos más lazos de unión con esos países que los reciben.
El impacto social es que esos países no siempre tienen los medios para financiar la extensión de la seguridad social que incluya una masa tan grande de gente. ACNUR reconoce más de 4 millones (OEA proyecta hasta 8 millones para el 2020), y por nuestras fronteras, en estos días, salen 5 mil diarios, luego de un pico de casi 100 mil en una semana. Eso es mucha gente.
Nuestra sociedad está cambiando su topología, y ya no podemos seguir evaluándola de la forma tradicional. Ya sea desde el punto de vista de la atención de la salud, de la respuesta ante la educación o el mercado de consumo, nuestra pirámide se ha ensanchado en la base, y angostado en el tope. Nos volvimos formalmente un país pobre, con mucha gente pobre. Por lo que la solidaridad debe ser, no solo el sentimiento dominante, sino el driver para cualquier tipo de acción cívica o económica.
Política
Mientras el chavismo esté en el poder, no van a negociar ni ceder espacios. Y lo que vemos ahora como una cierta flexibilidad económica en lo transaccional, es posible que no dure mucho tiempo, pues el ala más dura cree que hay que asumir el riesgo de radicalización, no solo en lo represivo anunciado por Maduro, sino también en lo económico. Por otra parte, las condiciones del entorno, hacen que les resulte más difícil regresar a la radicalización económica; por lo que es posible que siga avanzando, pero siempre, con la espada de Damocles del frenazo y la vuelta atrás. Poco probable, pero como siempre: muy posible!
El Plan de la Patria, o sea, las bases de la revolución, se construyó con las premisas de un estado omnipresente, mucho dinero, y apoyo popular. Y a partir de allí avanzaron sobre los servicios públicos y la propiedad privada. Con un estado perdiendo aceleradamente espacios de gobernabilidad, con ingresos públicos menguados y con poco apoyo popular (cuando se trata de Maduro 10%, y cuando se trata de la revolución 25%), es difícil que a la hora de una negociación puedan imponer su modelo tal-como-está, y tendrán que ceder en lo profundo, tanto como lo están haciendo ahora, en lo superficial. Todo hace pensar que en esa transición el chavismo quedará en minoría, lo cual no significa que no vaya a tener peso ni influencia. Hay que prepararse, como país, para una convivencia, orientada hacia algo nuevo y positivo, tratando de no repetir los errores cometidos hasta ahora.
Por primera vez en mucho tiempo, así insistan en negarlo, desde principios de este año, el chavismo cuenta con una base opositora compacta, alineada detrás de Juan Guaidó, con más de un proyecto país listo para ser implementado, con un sólido apoyo internacional que se renueva todos los días, y lo más importante: son la única esperanza de que las cosas cambien para mejorar. La dirigencia opositora que prefiere “tumbar a Guaidó” antes de hacerlo con Maduro, no solo está desacreditada, sino que, vis-a-vis, opera como aquellos que el chavismo llama traidores. La mencionada fortaleza de la oposición, es la que nos puede llevar a que, ante la paridad de fuerzas, logremos, por alguna vía, romper este estancamiento.
Económico
La firma el viernes 28 de junio del acuerdo entre Mercosur y la UE, tantas veces esperado, y tantas veces boicoteado por el gobierno de Venezuela, genera un optimismo importante en los países miembro. Venezuela ha dejado de ser parte del gobierno del bloque, pero los venezolanos, personas naturales y jurídicas, siguen siendo miembros de pleno derecho.
Se abre un mercado de 780 millones de consumidores (260 de Mercosur) que permitirá, entre otras cosas, que Venezuela pueda aspirar a una aceleración en su recuperación, si pone el foco en sus ventajas competitivas potenciales, en vez de hacerlo en las comparativas, como ha venido ocurriendo históricamente. A las comparativas te las da la naturaleza, mientras que para las competitivas hay que trabajar y diferenciarse. El “reseteo” al que estamos sometidos, nos da la posibilidad de un fresh start en el que hagamos cosas diferentes, de una manera diferente. Y si no entendemos este mensaje, estamos condenados a que, a la vuelta de un tiempo, nos encontremos en la misma situación en la que, lamentablemente, estamos hoy.
El temor de los agricultores europeos (con explotación intensiva y uso de tecnología) de tener que competir con, por ejemplo, los argentinos (con explotaciones extensivas y uso de tecnología media), deberá ser superado por el espíritu emprendedor que hace que los mercados libres, sean preferibles que aquellos controlados. El ejemplo de la actividad vitivinícola muy importante en argentina, es relevante, pues recién a partir de los años 90, comenzó a competir internacionalmente, solo después de que las inversiones y tecnología europeas, llegaron al país. Y ninguno le quitó mercado al otro, sino que juntos lo ampliaron y le dieron al consumidor más amplitud de oportunidades.
Y ese debe ser el espíritu del retorno de Venezuela a los mercados, dejando de lado las olas proteccionistas que han reaparecido, de las cuales, solo toman ventaja los grandes. Nosotros estamos condenados a competir si queremos “salir de abajo”.
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